
Con esta Carta quisiera alentar la hermosa tradición de nuestras
familias que en los días previos a la Navidad preparan el belén, como
también la costumbre de ponerlo en los lugares de trabajo, en las
escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas... Es
realmente un ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales
más dispares para crear pequeñas obras maestras llenas de belleza. Se
aprende desde niños: cuando papá y mamá, junto a los abuelos, transmiten
esta alegre tradición, que contiene en sí una rica espiritualidad
popular. Espero que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en
que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y
revitalizada...