01 agosto 2020

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario – 02/08/2020

Los Apóstoles habrían querido que Jesús les dijera a la gente: “la misa ha terminado, podéis ir en paz”.

Jesús les dice: “Dadles vosotros de comer”. Ellos le contestan: “Sólo tenemos cinco panes y dos peces”. Invita a la gente a sentarse.... orar... y lo distribuye a la gente.

Eran cinco mil hombres, es el picnic mas grande de la historia. Cuando dice, que sin contar mujeres y niños, era porque cada hombres representaba a una familia, era la mentalidad de la época.

¿Qué nos dice a nosotros el Evangelio?

Jesus se preocupa y siente compasión de la humanidad en su cuerpo y su alma. A las alma les distribuye la Palabra y a los cuerpos, la curación y el alimento.¿por qué no lo hace también hoy? ¿Por qué no multiplica el pan para tantos miles de millones de hambrientos? Jesús sigue multiplicando el pan y los peces.Si estamos en el campo en este tiempo de verano, el campo está produciendo. Si estamos junto al mar, las redes llegan llenas de peces. Es un milagro de la naturaleza

No quiero poner al mismo nivel el milagro de la naturaleza y el milagro del Evangelio. Jesus hizo este milagro de multiplicar de forma extraordinaria los panes, para ayudarnos a descifrar la multiplicación ordinaria que se produce cada año ante nuestro ojos.

¿Por qué siguen faltando panes a tantas personas? Jesús no lo hizo como si fuera un mago, sino que preguntó antes qué tenían de comer e invitó a compartir lo poco que había.

Lo mismo hace hoy. Nos pide que pongamos en común los recursos de la tierra. ¿cómo podemos acusar a nuestro Dios de no ofrecer pan suficiente para todos, cuando destruímos y tiramos toneladas de comida? Quizás sea pensar en la mejor distribución, mayor solidaridad, compartir...

La multiplicación nos hace pensar en la Eucaristía. La multiplicación del cuerpo de Cristo. La representación mas antigua de la Eucaristía es una canasta con cinco panes y dos peces. En el fondo, lo que hacemos en este momento de nuestra meditación, es una multiplicación de los panes, el pan de la palabra De Dios. Yo he partido el pan de la palabra, y se ha multiplicado entre quien la ha escuchado y después leído.

Queda: Recoger las sobras. Hacer llegar la palabra a quien no ha participado en el banquete. Hacerse testigos de la palabra. Dios os premie vuestra colaboración.


Deseo y búsqueda

Los humanos andamos hambrientos y sedientos, y buscamos el pan que calme nuestras hambres y el agua que sacie nuestra sed y dé sentido a la vida. Decir esto en los tiempos que corren puede parecer una afirmación gratuita. Sabemos que hay muchos que, instalados y seguros en sus riquezas, ya no buscan; están satisfechos con lo que tienen y tranquilos en su bien-estar. ¿Somos nosotros, que nos acercamos a la mesa de la palabra y a la mesa del pan, alguno de ellos? ¿O asistimos a una liturgia sin hambre y sin sed? La palabra de Dios nos saca del posible letargo. Oíd.

«Oíd, sedientos todos»

El segundo Isaías es un profeta en el exilio. En un clima de agotamiento y cierta incredulidad, intenta levantar el ánimo de los desterrados con la esperanza de una pronta vuelta a la tierra. Había también un resto (anawin) que en su silencio y pobreza mantenían la fe en el Dios liberador de sus padres. «Oíd, sedientos todos: acudid por agua también los que no tenéis dinero. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos». Esta palabra se ofrece también hoy de manera gratuita a los insatisfechos verdaderamente sedientos.

Hambrientos

A Jesús acuden hambrientos y sedientos. Son muchos. «Vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos». No puede pasar ante las situaciones humanas de sufrimiento sin sentirse llamado a intervenir. Detecta inmediatamente la necesidad y las atiende entregándoles su palabra, su tiempo y su acción. Es misericordia en acción. Puestos ante él nos atrevemos a preguntarnos qué produce en nosotros la cercanía a tanto sufrimiento y necesidad como hoy nos rodea. ¿Fastidio, indiferencia, mala conciencia…? ¿O una conmoción que nos empuja a implicarnos según nuestras posibilidades siguiendo a Jesús? También los discípulos que acompañaban a Jesús se dieron cuenta de que la gente necesitaba comer, pero se desentienden de dar respuesta a esa necesidad: «Despídelos ya para que puedan ir a las aldeas más próximas a pedir o comprar pan». Es su problema.

Dadles vosotros de comer

Para Jesús el hambre de los otros es problema suyo y enseña que también lo es de sus discípulos. «Traed los que tengáis», les dice. Este imperativo desata la dinámica del compartir. No valen excusas y decir que sólo tenemos lo justo nosotros.

Los discípulos obedecen la palabra del maestro y la gente se sienta en esa mesa que Jesús ha preparado. Hubo para todos y sobró. Ayer como hoy lo poco compartido alcanza a todos y aun sobra. El milagro del compartir. La solidaridad en presente. En la perspectiva eclesial y eucarística en que está escrito el pasaje las hambres y necesidades de la gente comprometen la acción de la iglesia, se hacen presentes y entran a formar parte de la eucaristía. «Tomando los cinco panes y los dos peces pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos, y los discípulos se los dieron a la gente». La iglesia entera ha de ser mediadora del amor y la misericordia de Dios hacia el mundo y del agradecimiento y respuesta de la humanidad.