19 septiembre 2020

XXV Domingo del Tiempo Ordinario – 20/09/2020

 “Id también vosotros a mi viña”

1.- ¿Es aceptable el modo de actuar del propietario, que proporciona la misma paga a quien ha trabajado una hora y a quién ha trabajado el día completo? ¿Esto no destruye el principio de justa recompensa?


La dificultad nace del error. ¿Se considera el problema de la recompensa en general o en referencia a la recompensa eterna en el cielo?

Visto así contradice el principio: “Dios dará a cada cual según sus obras” (Rom 2, 6). Jesús se refiere aquí a una situación concreta, el denario, que les viene dado a todos, es el reino de los cielos, que Jesús ha traído a la tierra; es la posibilidad de entrar a formar parte de la salvación.

La parábola comienza diciendo: “el Reino de los cielos se parece a un propietario, que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña”.

Por lo tanto el tema central es el Reino de los cielos.

El problema es el de la división: entre hebreos y paganos; justos y pecadores, en relación a la salvación anunciada por Jesús.  Además si los paganos (pecadores, publicanos, prostitutas…), se han decidido por Dios ante la predicación de Jesús, mientras antes estaban lejos, no ocuparán una posición distinta en el Reino de los cielos. También ellos estarán sentados en la mesa del Reino de los cielos.

Dado que ellos tienen mas disponibilidad para acoger el Evangelio, que los llamados justos (fariseos y escribas), se cumple la conclusión de la parábola: “los últimos serán los primeros y los primeros últimos”.


Una vez abrazada la fe, si hay diferencias. En este caso, ya no es idéntica la recompensa de quien sirve a Dios durante toda la vida haciendo trabajar sus talentos al máximo, que respecto a quien sólo da a Dios los desechos de una vida con una confesión puesta como remedios, en el último momento.

Si Jesús hubiera puntualizado lo que ocurre al día siguiente cuando los obreros ya conocen el camino a la viña, la conclusión habría sido distinta. El propietario ya no habría dado la misma recompensa a quién se hubiera presentado a las cinco de la tarde, que a quién había “aguantado el bochorno del día”

¨     El amor de Dios es gratuito, no está ligado a nuestras “obras,” más o menos generosas, ni a nuestras jornadas en su viña, desde el amanecer o solo desde el atardecer de la existencia. Las “obras” no son el motivo para que Dios nos ame; su amor es gratuito; las obras son consecuencia de ese amor; nuestra correspondencia. 
¨     Tenemos que imitar en nuestros comportamientos con los demás el modo de actuar de Dios, la manera que tiene de pagar a sus jornaleros. Lo dice muy claramente el profeta Isaías en la primera lectura: «mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos...», mis planes y mis caminos son más altos que los vuestros, es decir, son más generosos ..., es bueno con todos, es cariñoso con todas las criaturas..., con los de última hora y con los de la primera. Hace salir el sol sobre buenos y malos...
¨     Dios nos desconcierta. Jesús nos sorprende y nos descoloca con esta parábola, como con tan- tas otras, como nos desconcierta la actitud y el comportamiento del padre con el hijo de la parábola, que se marchó de casa. Tenemos que reconocer que, en el fondo, a veces, no nos convence este modo de actuar, nos enfadamos un poco o un mucho, como los jornaleros de la primera hora, como el hijo mayor que no quiere asistir a la fiesta, alegrarse por el retorno del hermano en la ultima hora...

Es una parábola que pone en crisis a aquellos que quieren encajar el modo de actuar de Dios en sus maneras humanas de pagar, en su visión de la recompensa de Dios, en su idea de la bondad y la gracia de Dios como premio a nuestro buen hacer.

Pero podríamos preguntarnos ¿dónde está la clave para no enfadarnos, sino para alegrarnos de que al último se le haya dado como al primero?

Hemos tenido la suerte de que durante toda nuestra vida hemos conocido a Jesucristo, hemos tenido fe desde pequeños, nos enseñaron a rezar casi a la vez que aprendíamos a hablar. He podido creer y recibir la eucaristía tantas veces. He podido orar el padre nuestro cada día. He encontrado la esperanza y la consolación en el amor de Dios... Trabajar todo el día no es un esfuerzo, sino una gracia. Servirle desde siempre no es un peso sino una enorme alegría. Conocemos a Jesús desde siempre..., y eso es un don suyo, no la recompensa a nuestro esfuerzo. Los de la última hora reciben también el don del abrazo del padre..., pero podríamos decir que se han perdido muchos días, mucho tiempo, sin estar en la casa del padre. Se fueron, vuelven y se les recibe con alegría, pero dejaron mucho tiempo de estar en familia, de disfrutar del hogar y del cariño del Padre.

2.- Dios llama a todos y llama a todas horas.
Hay una llamada universal a trabajar en la viña del Señor. Quizás sea mas un problema sobre la llamada, que sobre la recompensa.

San Juan Pablo II dijo: “los fieles laicos pertenecen al pueblo de Dios, representado en la viña. La invitación “id también vosotros a mi viña” no cesa de resonar desde aquel día. Se dirige a todos, hombres y mujeres de este mundo… la llamada no se dirige sólo a los Pastores, sacerdotes, diáconos, religiosos… se extiende a todos, todos somos llamados personalmente por Dios”

¿Qué significa para ti ir a la viña del Señor?
La “viña” a la que estás llamado a trabajar, es tu mundo concreto, en tu realidad cotidiana. Es una llamada a vivir la santidad en tu trabajo diario, en tu relación con los demás… debemos santificarnos en la ordinaria vida profesional y social.

3. El problema del paro. “¿Cómo es que estáis aquí sentados sin trabajar? Nadie nos ha contratado” Esta misma respuesta podría ser dada por miles de personas hoy día. Al utilizar esta situación en la parábola pensamos que Jesús no es insensible a este problema. Si él describe también la situación, es porque él ha observado muchas veces esta situación y ha mirado a los desempleados con una mirada compasiva.

4. Hemos explicado que significa desde el plano espiritual y simbólico el hecho de que el propietario dé la misma paga a todos los trabajadores, independiente del tiempo que hayan trabajado. ¿Qué nos dice este proceder desde el plano humano? Aquel propietario sabe que los trabajadores de la última hora tienen las misma necesidades que los que comenzaron a trabajar a la primera hora. Dando la misma paga, el propietario demuestra no tener en cuenta el mérito, sino la necesidad. Muestra, ser bueno, generoso y humano.

El problema de paro, es económico, pero también humano. La persona desempleada se siente inútil, como si la sociedad la hubiera olividado y ella estuviese de más en el mundo. Estas palabras servirán poco, a los que están desempleados, pero sirvan para estar menos solos y arrinconados

No olividemos que todos estamos llamados a trabajar en la viña de Señor para alcanzar la eterna recompensa.