03 octubre 2020

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario – 04/10/2020

Se os quitará vosotros el reino de Dios.

Un hombre tenía una viña, que había plantado el mismo, y a la que le dedicaba sus cuidados. En la época de la vendimia envió sus trabajadores a recoger los frutos. ¿Qué sucedió? Los viñadores mataron a algunos de los siervos y los otros los apalearon. Mandó a otros que terminaron lo mismo. Le faltaba solo su hijo, pensó tendrán respeto de mi hijo. 

Jesús nos deja que obtengamos nuestras conclusiones: “y ahora cuando vuelva el dueño de la viña, ¿Qué hará con los labradores?”

La parábola está preparada en la primera lectura, por el canto del Profeta Isaías sobre la viña del Señor. La primera lectura y el Evangelio hablan de una viña, con una diferencia, en la parábola se avisan a las autoridades y en la canto de Isaías se avisa a todo el pueblo.

El canto de Isaías habla de la tristeza de Dios, presenta a Dios como el dueño de una viña: “mi amigo tenía una viña en fértil collado” El dueño tiene mucha dedicación: la plantó, construyó, cavó…la viña debía producir una uva excelente. Pero en realidad produjo uvas que no se podían consumir. ¿Sientes como Dios dedica tiempo a tu vida? ¿Sientes el cuidado de Dios? ¿te imaginas la tristeza de Dios, cuando ve que tu vida no va bien?

El profeta dirige su palabra a los habitantes de Jerusalén y les pregunta  en nombre de Dios, ¿Qué mas cabía hacer por mi viña que yo no haya hecho? En realidad, ha hecho todo lo posible, no ha descuidado nada.  De ahí que la reacción negativa del pueblo de Israel merezca un castigo: “quitaré la valla, la dejaré arrasada…” la viña quedará completamente desolada. ¿podrías responder a la pregunta anterior? ¿Qué más podría hacer Dios por ti?

Estas amenazas iban destinadas a una conversión y evitar el castigo.  Sin embargo esa conversión no se produjo y en consecuencia las amenazas se cumplieron como dice el salmo responsorial. En él el salmista se queja al Señor no sólo por haber abandonado la viña, sino también por haberla hecho devastar. ¿Tienes la experiencia del Salmista? ¿Eres capaz de buscar la conversión? ¿te quejas pensando que Dios te ha abandonado? 

En la parábola aparece una prefiguración de su misterio Pascual y de sus consecuencias. Jesús es consciente del destino de sus adversarios, pero intenta evitarles, las desgracias y las catástrofes que les amenazan.

Esta parábola debe ser una llamada de atención contra la actitud posesiva. Todos tenemos responsabilidades. Para todos es decisiva la actitud que asumamos respecto a estas responsabilidades. La tentación es tener una actitud posesiva, diciendo: “Dios me ha dado unos dones, soy su propietario, hago con ellos lo que quiero”. De este modo asumimos una actitud posesiva, en vez de ejercer la autoridad en bien de todos.

La actitud posesiva está en la base de muchísimo pecados y de muchísimas injusticias. Con ella querríamos alcanzar la felicidad, pero en realidad, no es eso lo que conseguimos. La verdadera felicidad sólo se encuentra en el amor y el servicio. Todos los dones, todos los talentos que Dios nos ha dado y nos da, son instrumentos para poder amar y servir a los demás. Si los usamos de una manera egoísta para buscar nuestro propio interés, nos parecemos a los labradores rebeldes de la parábola. Y las consecuencias serán desastrosas para nosotros.

Debemos pedirle al Señor que podamos adoptar su misma actitud. “Él no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” no quiso aprovecharse de los dones del Padre en su propio beneficio. Jesús siguió siempre su camino de amor y de servicio.

Este es el camino que Jesús nos ofrece y podemos recorrerlo gracias a la Eucaristía, donde se nos ofrece de una manera total y completa posible. Jesús asume en la Eucaristía una actitud completamente opuesta a la posesiva: Toma el pan y se lo da a los discípulos, diciendo: “Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros”

Los cristianos estamos llamados a vivir de manera generosa con este espíritu de amor y de servicio. En él encontramos la alegría perfecta, la alegría divina, que el Señor quiere comunicarnos.

En resumen:

1.     Don ¿Reconoces el don de Dios?

El mundo, don de Dios para el hombre. Es la viña que Él ha plantado y cuidado paciente- mente con mimo de jardinero; lo ama y lo deja, sin desentenderse de él, en manos de unos labradores para que lo cultiven en libertad, desarrollen sus capacidades y den frutos abundantes. 

No son jornaleros de temporada ni trabajadores que tengan que sacar el máximo provecho en el menor tiempo posible.

Dios ama a la creación y a los hombres y los hace colaboradores de su obra. En ellos está acoger el don y agradecer esa elección para hacer posible el proyecto del Dios, Señor de la creación.   

2.     Amor no correspondido ¿Correspondes a este amor?

Ese proyecto de Dios de hacer del mundo una mesa común se ve frustrado. La parábola habla de violencias en cadena. Llamados a ser cuidadores y cultivadores, los hombres se confabulan y se convierten en cómplices de secuestro y asesinato. Quieren ser dueños y propietarios. Sabemos que el sentido de propiedad excluye y elimina. Con este título no tendrán  que dar cuenta ante nadie. «Venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia». Muy fuerte. Jesús encarna la lógica del Padre, la lógica del amor. No es sólo el Señor de la creación y de la historia sino el Padre. “Enviaré a mi hijo”.