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- Orientaciones sobre la Campaña 2022
- Temas de formación de Pastoral de la Salud de la CEE
https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/sick/documents/20211210_30-giornata-malato.html «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36)
Estar
al lado de los que sufren en un camino de caridad
Queridos
hermanos y hermanas:
Hace
treinta años, san Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para
sensibilizar al Pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias católicas y a la
sociedad civil sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los
cuidan [1].
Estamos
agradecidos al Señor por el camino realizado en las Iglesias locales de todo el
mundo durante estos años. Se ha avanzado bastante, pero todavía queda mucho
camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas,
principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y
exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento
pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo
crucificado y resucitado. Que la XXX Jornada Mundial del Enfermo —cuya
celebración conclusiva no tendrá lugar en Arequipa, Perú, debido a la pandemia,
sino en la Basílica de San Pedro en el Vaticano— pueda ayudarnos a crecer en el
servicio y en la cercanía a las personas enfermas y a sus familias.
1.
Misericordiosos como el Padre
El tema
elegido para esta trigésima Jornada, «Sed misericordiosos como vuestro Padre es
misericordioso» (Lc 6,36), nos hace volver la mirada hacia Dios «rico en
misericordia» (Ef 2,4), que siempre mira a sus hijos con amor de padre, incluso
cuando estos se alejan de Él. De hecho, la misericordia es el nombre de Dios
por excelencia, que manifiesta su naturaleza, no como un sentimiento ocasional,
sino como fuerza presente en todo lo que Él realiza. Es fuerza y ternura a la
vez. Por eso, podemos afirmar con asombro y gratitud que la misericordia de
Dios tiene en sí misma tanto la dimensión de la paternidad como la de la
maternidad (cf. Is 49,15), porque Él nos cuida con la fuerza de un padre y con
la ternura de una madre, siempre dispuesto a darnos nueva vida en el Espíritu
Santo.
2.
Jesús, misericordia del Padre
El
testigo supremo del amor misericordioso del Padre a los enfermos es su Hijo
unigénito. ¡Cuántas veces los Evangelios nos narran los encuentros de Jesús con
personas que padecen diversas enfermedades! Él «recorría toda Galilea enseñando
en las sinagogas de los judíos, proclamando la Buena Noticia del Reino y
sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente» (Mt 4,23). Podemos
preguntarnos: ¿por qué esta atención particular de Jesús hacia los enfermos, hasta
tal punto que se convierte también en la obra principal de la misión de los
apóstoles, enviados por el Maestro a anunciar el Evangelio y a curar a los
enfermos? (cf. Lc 9,2).
Un
pensador del siglo XX nos sugiere una motivación: «El dolor aísla completamente
y es de este aislamiento absoluto del que surge la llamada al otro, la
invocación al otro» [2]. Cuando una persona experimenta en su propia carne la
fragilidad y el sufrimiento a causa de la enfermedad, también su corazón se
entristece, el miedo crece, los interrogantes se multiplican; hallar respuesta
a la pregunta sobre el sentido de todo lo que sucede es cada vez más urgente.
Cómo no recordar, a este respecto, a los numerosos enfermos que, durante este
tiempo de pandemia, han vivido en la soledad de una unidad de cuidados
intensivos la última etapa de su existencia atendidos, sin lugar a dudas, por
agentes sanitarios generosos, pero lejos de sus seres queridos y de las
personas más importantes de su vida terrenal. He aquí, pues, la importancia de
contar con la presencia de testigos de la caridad de Dios que derramen sobre
las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la
esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre [3].
3.
Tocar la carne sufriente de Cristo
La
invitación de Jesús a ser misericordiosos como el Padre adquiere un significado
particular para los agentes sanitarios. Pienso en los médicos, los enfermeros,
los técnicos de laboratorio, en el personal encargado de asistir y cuidar a los
enfermos, así como en los numerosos voluntarios que donan un tiempo precioso a
quienes sufren. Queridos agentes sanitarios, su servicio al lado de los
enfermos, realizado con amor y competencia, trasciende los límites de la
profesión para convertirse en una misión. Sus manos, que tocan la carne
sufriente de Cristo, pueden ser signo de las manos misericordiosas del Padre.
Sean conscientes de la gran dignidad de su profesión, como también de la
responsabilidad que esta conlleva.
Bendigamos
al Señor por los progresos que la ciencia médica ha realizado, sobre todo en
estos últimos tiempos. Las nuevas tecnologías han permitido desarrollar
tratamientos que son muy beneficiosos para las personas enfermas; la
investigación sigue aportando su valiosa contribución para erradicar enfermedades
antiguas y nuevas; la medicina de rehabilitación ha desarrollado
significativamente sus conocimientos y competencias. Todo esto, sin embargo, no
debe hacernos olvidar la singularidad de cada persona enferma, con su dignidad
y sus fragilidades [4]. El enfermo es siempre más importante que su enfermedad
y por eso cada enfoque terapéutico no puede prescindir de escuchar al paciente,
de su historia, de sus angustias y de sus miedos. Incluso cuando no es posible
curar, siempre es posible cuidar, siempre es posible consolar, siempre es
posible hacer sentir una cercanía que muestra interés por la persona antes que
por su patología. Por eso espero que la formación profesional capacite a los
agentes sanitarios para saber escuchar y relacionarse con el enfermo.
4.
Los centros de asistencia sanitaria, casas de misericordia
La
Jornada Mundial del Enfermo también es una ocasión propicia para centrar
nuestra atención en los centros de asistencia sanitaria. A lo largo de los
siglos, la misericordia hacia los enfermos ha llevado a la comunidad cristiana
a abrir innumerables “posadas del buen samaritano”, para acoger y curar a
enfermos de todo tipo, sobre todo a aquellos que no encontraban respuesta a sus
necesidades sanitarias, debido a la pobreza o a la exclusión social, o por las
dificultades a la hora de tratar ciertas patologías. En estas situaciones son
sobre todo los niños, los ancianos y las personas más frágiles quienes sufren
las peores consecuencias. Muchos misioneros, misericordiosos como el Padre,
acompañaron el anuncio del Evangelio con la construcción de hospitales,
dispensarios y centros de salud. Son obras valiosas mediante las cuales la
caridad cristiana ha tomado forma y el amor de Cristo, testimoniado por sus
discípulos, se ha vuelto más creíble. Pienso sobre todo en los habitantes de
las zonas más pobres del planeta, donde a veces hay que recorrer largas
distancias para encontrar centros de asistencia sanitaria que, a pesar de
contar con recursos limitados, ofrecen todo lo que tienen a su disposición. Aún
queda un largo camino por recorrer y en algunos países recibir un tratamiento
adecuado sigue siendo un lujo. Lo demuestra, por ejemplo, la falta de
disponibilidad de vacunas contra el virus del Covid-19 en los países más
pobres; pero aún más la falta de tratamientos para patologías que requieren
medicamentos mucho más sencillos.
En este
contexto, deseo reafirmar la importancia de las instituciones sanitarias
católicas: son un tesoro precioso que hay que custodiar y sostener; su
presencia ha caracterizado la historia de la Iglesia por su cercanía a los
enfermos más pobres y a las situaciones más olvidadas [5]. ¡Cuántos fundadores
de familias religiosas han sabido escuchar el grito de hermanos y hermanas que
no disponían de acceso a los tratamientos sanitarios o que no estaban bien
atendidos y se han entregado a su servicio! Aún hoy en día, incluso en los
países más desarrollados, su presencia es una bendición, porque siempre pueden
ofrecer, además del cuidado del cuerpo con toda la pericia necesaria, también
aquella caridad gracias a la cual el enfermo y sus familiares ocupan un lugar
central. En una época en la que la cultura del descarte está muy difundida y a
la vida no siempre se le reconoce la dignidad de ser acogida y vivida, estas
estructuras, como casas de la misericordia, pueden ser un ejemplo en la
protección y el cuidado de toda existencia, aun de la más frágil, desde su
concepción hasta su término natural.
5.
La misericordia pastoral: presencia y cercanía
A lo
largo de estos treinta años el servicio indispensable que realiza la pastoral
de la salud se ha reconocido cada vez más. Si la peor discriminación que
padecen los pobres —y los enfermos son pobres en salud— es la falta de atención
espiritual, no podemos dejar de ofrecerles la cercanía de Dios, su bendición,
su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta de un camino de
crecimiento y maduración en la fe [6]. A este propósito, quisiera recordar que
la cercanía a los enfermos y su cuidado pastoral no sólo es tarea de algunos ministros
específicamente dedicados a ello; visitar a los enfermos es una invitación que
Cristo hace a todos sus discípulos. ¡Cuántos enfermos y cuántas personas
ancianas viven en sus casas y esperan una visita! El ministerio de la
consolación es responsabilidad de todo bautizado, consciente de la palabra de
Jesús: «Estuve enfermo y me visitaron» ( Mt 25,36).
Queridos
hermanos y hermanas, encomiendo todos los enfermos y sus familias a la
intercesión de María, Salud de los enfermos. Que unidos a Cristo, que lleva
sobre sí el dolor del mundo, puedan encontrar sentido, consuelo y confianza.
Rezo por todos los agentes sanitarios para que, llenos de misericordia,
ofrezcan a los pacientes, además de los cuidados adecuados, su cercanía
fraterna.
A todos
les imparto con afecto la Bendición Apostólica.
Roma, San Juan de Letrán, 10 de diciembre de 2021, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Loreto.
[2] E. Lévinas, « Uneéthique de la souffrance », en Souffrances. Corps et âme, épreuvespartagées, J.-M. von Kaenel edit., Autrement, París 1994, pp. 133-135.
[4] Cf. Discurso a la Federación Nacional de los Colegios de Médicos y Cirujanos Dentales (20 septiembre 2019).
[5] Cf. Ángelus desde el Policlínico «Gemelli» de Roma (11 julio 2021).
[6] Cf. Exhort. ap. Evangeliigaudium (24 noviembre 2013), 200.