17 mayo 2020

Sexto Domingo de Pascua

1.- Los discípulos de Jesús se sienten apesadumbrados por la inminente partida del Maestro, el futuro se presenta sombrío pues su voz y su presencia dejarán de ser visibles y audibles. ¿Cómo afrontar la vida de la comunidad sin Él? ¿El proyecto del Reino quedará frustrado por su ausencia? ¿Se cumplirá la profecía de que las ovejas se dispersarán cuando se hiera al pastor? Estos sentimientos, sin lugar a duda comprensibles, son apaciguados por el anuncio del envío de otro defensor, del Paráclito que les enseñará la verdad y por medio del cual Jesús cumplirá su promesa de no dejarlos solos.

En Samaría muchos han acogido el mensaje cristiano. Dos Apóstoles vienen de Jerusalén para confirmarles en la fe y no tardan en darse cuenta de una cosa: las personas han sido regularmente bautizadas; pero no muestran ninguno de los signos que solían acompañar a la venido del Espíritu Santo: alegría, entusiasmo, hechos prodigiosos... Entonces los Apóstoles realizaron un gesto que pronunciaban nuestro actual sacramento de la confirmación: “les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo”

En el Evangelio, Jesús hablo a los discípulos del Espíritu con el término característico del Paráclito: “yo le pediré al Padre que os de otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad”.

Paráclito es un término griego que significa: o bien consolador o bien defensor o bien ambas cosas a la vez.

La Iglesia después de la Pascua ha hecho una experiencia viva y fuerte del Espíritu como consolador, defensor y aliado en las dificultades externas e internas, en las persecuciones, en los procesos y en la vida de cada día.

Paráclito, puede significar: defensor y consolador. En los primeros siglos, cuando la iglesia estaba siendo perseguida, se ve en el Paráclito sobre todo el abogado y el defensor divino contra los acusadores humanos. Él se ha ejercitado como el que asiste a los mártires y ante los jueces en los tribunales; el que pone en la boca la palabra que nadie está a disposición de contradecir.
Después de las persecuciones significará consuelo en las tribulaciones y en las angustias de la vida.

Debemos sacar en nuestra contemplación del Paráclito una consecuencia práctica y operativa. No basta sólo conocer el término, ¡es necesario que nosotros lleguemos a ser paráclitos.!
Si es verdad que el cristiano debe ser un alter Chritus u otro Cristo, es asimismo verdadero que debe ser otro Paráclito. Este es un título para imitar y para vivir, no sólo para comprender.

Mediante el Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones (Rom 5,5), bien sea el amor con que somos amados por Dios, o bien sea el amor por el que somos hemos capaces, de amar a Dios y al prójimo. Aplicada a la consolación la palabra del Apóstol viene a decirnos una cosa importantísima: que el Paráclito no se limita a darnos algo de consuelo, como un deleite, sino que nos enseña el arte de consolar. No sólo nos consuela sino que también por nuestra parte nos hace capaces de consolar.

Pero, ¿Cómo consolar? Aquí esta lo importante. Con la consolación misma con que él ha sdio consolado por Dios; con un consuelo divino, no humano. No contentándose con repetir inútiles palabras de circunstancias, que pronto abandonan el terreno que encuentran (¡ánimo, no te desanimes; verás que todo se resolverá según lo mejor!), sino “para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza” (Rom 15, 4). Así se explican los milagros que una sencilla palabra o un gesto, puesto en un clima de oración, son capaces de realizar junto a la cabecera de un enfermo con la fe en la presencia del Espíritu. Es Dios el que está consolando a través de tí.

El Espíritu Santo tiene la necesidad de nosotros para ser Paráclito. Él quiere consolar, defender, exhortar; pero no tiene boca, ni manos,ni ojos, para “dar cuerpo” a su consuelo. O mejor tiene nuestras manos, nuestros ojos y nuestra boca. Como el alma actúa, se mueve, sonríe, a través de los miembros de nuestro cuerpo, así es el Espíritu Santo actúa con los miembros de “su” cuerpo, que es la Iglesia.


2.- Jesús, hoy como ayer, vive y está en la comunidad a través de su Espíritu:

Como aliento para la esperanza…
Como la luz que disipa nuestras dudas y nos aclara el camino que estamos llamados a recorrer para llevar a buen término la misión que se nos ha encomendado...
Como fuerza que nos levanta en los momentos de dificultad o cuando las adversidades de la vida hacen que flaquee nuestra ilusión y se desmoronen nuestras utopías…
Como aire que nos mueve a un mayor compromiso con la causa del Reino, a optar sin miedo por los valores del Evangelio, aunque éstos sean entendidos como una fuerza contracultural…
Como fuego que nos hace arder de un entusiasmo renovado por hacer presente, a tiempo y a destiempo, el modelo de humanidad y de sociedad del Evangelio…
Como lazo de amor que nos hace salir de nuestro propio amor, querer e interés para construir un “nosotros”, una comunidad que sea signo de que hoy es posible ser y estar en el mundo viviendo relaciones de igualdad, fraternidad, comensalía, solidaridad y libertad…

La lista de características de la nueva presencia de Jesús a través de su Espíritu seguro que es más amplia y cada uno de vosotros, desde vuestra propia experiencia de encuentro y relación con Él, podrá agregar unas cuantas. Una llamada final para los navegantes de la historia: es importante, como vía segura para percibir, vibrar y dejarnos tocar por esta nueva presencia de Jesús, abrir la mirada y la mente; no permitir que se encasille el Espíritu y dejarlo fluir con sus nuevos lenguajes y sus nuevas expresiones de manera que, a diferencia del “mundo”, que no lo vio y no lo conoció, podamos ser testigos de aquél que no nos dejó huérfanos y sigue siendo la razón de nuestra vida.


3.- “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”

El amor auténtico no es solo efectivo, compuesto sólo de sentimientos, sino efectivo, hecho a base de actos generosos.

Cuando amamos verdaderamente a una persona, deseamos su bien y hacer lo que ella desea. De otro modo, el amor no es verdadero, sino unicamente una búsqueda de satisfacción sentimental. El amor es una realidad mucho mas profunda que una simple satisfacción sentimental: es la entrega de nosotros mismos al otro, y esto se lleva a cabo con actos que corresponden a los deseos de la persona amada. Si amamos a Jesús debemos desear complacerle, honrarle con nuestra vida, observando sus mandamientos.

Reflexiona ¿Cómo es tu amor?


4.- Pedro invita a los creyentes a que estén dispuestos a responder a todo el que les pida razón de la esperanza que habita en ellos. Vemos aquí que la actitud y el comportamiento de los cristianos revelaba una gran esperanza.

La gente quería saber la razón de tal esperanza, de la alegría que sentían incluso cuando les perseguían. Nosotros debemos difundir esperanza a nuestro al rededor.

¿Cuáles son las razones de tu fe? ¿las explicas con paciencia? ¿Contagias esperanza?