17 octubre 2020

XXIX Domingo del Tiempo Ordinario – 18/10/2020

¿Es lícito pagar el impuesto al César o no? El Evangelio puntualiza que querían poner una trampa a Jesús y Jesús les responde: “Hipócritas, ¿Por qué me tentáis?

¿Dónde está el engaño? Los fariseos, eran secretamente contrarios al poder romano; los herodianos apoyaban al poder romano. Si, por tanto respondiera: “si es lícito pagar el tributo” podría alinearse de parte de unos o contrario a los otros. Palestina formaba parte del imperio romano en tiempos de Jesús. Esta obligación era una humillación para los judíos, ¿Cómo pagar el tributo a un emperador pagano? Parece anómalo, pero es necesario y nos se puede actuar de otro modo.

Jesús pone el problema en un nivel infinitamente mas profundo y universal. Ya no más o César o Dios sino uno y otro, cada uno en su plano. Es el inicio de la separación entre religión y política, hasta entonces inseparable entre los pueblos y regímenes. Los hebreros estaban acostumbrados a concebir el futuro reino de Dios, instaurado por el Mesías, como una teocracia, como el gobierno sobre la tierra, dirigido por Dios a través de su pueblo. Ahora por el contrario, la palabra de Cristo revela un reino de Dios, que está en este mundo, pero no es de este mundo; que puede existir con cualquier régimen.

Se revela así dos tipos de soberanía de Dios en el mundo: la soberanía espiritual, que constituye  el reino de Dios y que él ejerce en Cristo, y la soberanía temporal o política, que Dios ejerce indirectamente, confiándola a la libre elección de las personas.

César y Dios no están puestos en un mismo plano, porque también el César depende de Dios y debe rendirle cuentas a él (Sb 6, 1). Decimos que amamos a Dios sobre todas las cosas. ¿Hay “cosas” en tu vida mas importantes que Dios?

“Dad al Cesar lo que es del Cesar” Es Dios el soberano de todos. Nosotros no estamos divididos entre dos pertenencias, no estamos obligados a servir a dos señores. El cristiano es libre de obedecer al estado; pero también de resistir cuándo éste se opone contra Dios y su ley. 

Carta a Diogneto en el Siglo II «Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto... Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble... Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes... Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. 

Tres temas aparecen como trasfondo del evangelio de hoy, contraponiendo a Dios y al César: Dios y el dinero; Dios y la política; Dios y la acción humana en la sociedad. 

Dios y el dinero. 

No es Jesús ni el evangelio quienes nos ponen en el dilema de elegir a Dios o al dinero, Dios y la moneda del Imperio. Es el mundo el que nos coloca en esa tesitura. El mundo se desenvuelve en una continua tensión y conflicto entre el desarrollo económico y el desarrollo de las personas en todas sus dimensiones. Para Jesús, el dinero no deja de ser una herramienta útil para la vida y sus menesteres cotidianos como el trabajo, los impuestos, los negocios, la compra, el ocio... Ni Dios ni el mundo son tan simples como para dicotomizar las cosas entre buenos y malos. Ni solo Dios es lo bueno, ni el dinero en sí mismo es lo malo. Lo que sí es cierto es que el dinero no se puede divinizar ni absolutizar, como si fuese el César, y que el evangelio de Dios puede dar sentido a cualquier opción por la vida y sus actividades. La caridad, por ejemplo, pone el dinero al servicio de los demás y lo convierte en oro más luminoso que la moneda del Emperador. ¿Adoramos el dinero? ¿Adoramos a Dios? ¿Qué relación tengo con el dinero? ¿Cómo lo utilizo? ¿lo comparto? ¿Tenemos que elegir entre Dios y el dinero?

Política y encarnación. 

La encarnación de Jesús ocurrió en una sociedad concreta, en un momento definido de la historia, durante el dominio del Imperio Romano, y en una provincia muy alejada de la capital. La política que se hacía entonces estaba basada en la esclavitud y en la imposición por la fuerza y el poder militar. Ante esta forma política de negación de los derechos humanos, Jesús propone los valores del Reino de Dios. Y esta propuesta le acaba llevando a la cruz. No hay oposición entre Dios y el mundo, pero sí entre Dios y en un determinado “mundo”. La muerte de Jesús fue cruel e inhumana, sin embargo, la sobrellevó con tal dignidad que el mismo instrumento de tortura a la que fue sometido acabó convirtiéndose en símbolo de soberana libertad y de entrega de amor hasta el extremo. El poder, como el dinero, es ante todo servicio y nunca imposición. La cruz, en el servicio ciudadano, a veces es inevitable, pero pude transformarse en amor. 

Cristianos en el mundo

A nosotros nos toca, dos mil años después, observar, analizar y vivir en el mundo actual. No se trata de repetir modelos añejos, sino de traer a los tiempos presentes los parámetros de Jesús, que no han cambiado sustancialmente con el paso de los siglos, poniendo la dignidad de la persona siempre en primer lugar, por encima de alternativas políticas y de sistemas económicos; o, mejor aún, poniendo esas políticas y economías al servicio de la digni- dad de la persona. También la economía, como el poder y el dinero, pueden ponerse al servicio del bien común y la persona. Jesús nunca se desdijo del sueño y la utopía, pero siempre tuvo los pies en la tierra y el sueño en su Padre del cielo. 

“y a Dios lo que es de Dios” ¿Qué le damos a Dios?